Aunque aún no ha visto la luz la biografía que Jordi Gracia, un especialista en el pensamiento y en la producción ensayística de la España contemporánea, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, ha acabado sobre la figura de Ortega y Gasset (para la colección ‘Españoles Eminentes’, auspiciada por la Fundación March), se ha publicado muy recientemente en prensa (El País, 17 de mayo de 2014) un adelanto de este trabajo bajo el título de “Fulgurante Ortega” en el que este autor nos dibuja la figura de un intelectual típicamente noventaochista, apreciado por todos sus colegas de generación (especialmente por Miguel de Unamuno, seguramente el representante más respetado, por sus propios colegas, apunta Gracia), y sacudido por los acuciantes problemas de orden moral, político, estético, científico, filosófico... que se estaban planteando en aquellas décadas, trágicas y tensionadas de los años veinte y treinta. Entre estos problemas también se encontraba el de las indefiniciones ideológicas que caracterizaron de esta forma defectiva a no pocos de los intelectuales más influyentes de aquellos años. Problemas aquellos que, lejos de haberse resuelto al inicio de la quinta década (la de los cuarenta) habían conducido a España al callejón sin salida que fue la dictadura de Franco; régimen este que aunque no sobrevivió a la persona del dictador estuvo atenazando la vida de los españoles durante cuarenta años, poniendo a España fuera de las dinámicas políticas y de reconstrucción económica y cultural que se vivieron en Europa duraGracia nos dibuja en estas líneas la figura de un Ortega que, en su juventud, a la altura de 1908, “predica la radicalidad democrática del socialismo liberal como único recurso contra la injusticia social”. Pero también la de un Ortega, casi irreconocible unos quince años después, cuando da a la prensa El tema de nuestro tiempo (1923); un Ortega abatido “por el desengaño y el rencor que destilan tantas páginas de España invertebrada, de 1922, y que intoxican la peor parte de un libro lleno de hallazgos y observaciones luminosas como La rebelión de las masas, entre 1929 y 1930” (Gracia).
Precisamente
es esta característica de indefinición, contradicciones, y
‘agonismo’ (de ἀγωνία:
agonía: lucha), así como el fondo histórico de crisis enquistada
sobre el que hubo de constituirse su pensamiento es lo que nos puede presentar como atractiva la figura de Ortega hoy. Huelga decir por qué: por la
indefinición y la ‘delicuescencia’ (Gracia usa este término
para referirse a la literatura de Ortega ‘a ratos’;
‘delicuescencia’ significa ‘inconsistencia’, ‘debilidad’…)
propia de las inteligencias actuales, y por la crisis que estamos
viviendo, antes y después de 2008, en España y en la UE: Crisis
económica, crisis de las instituciones, racismos rampantes con
representación en los parlamentos, vindicaciones nacionalistas
centrífugas (invertebración de España), y pérdida de influencia
de España en el entorno internacional (en un entorno, por otra
parte, sacudido internamente por sus propias contradicciones y
tensiones, el de la misma UE). Un entorno de crisis históricamente parangonable a este sobre el que también destaca la indefinición y la 'delicuescencia' de las actuales inteligencias.
Será por esta razón que no podemos acudir a la literatura de aquel Ortega de La
rebelión de las masas,
ni al inmediatamente anterior (España
invertebrada,
El tema
de nuestro tiempo)
para deducir de aquellas páginas alguna ‘fórmula regeneracionista’ que hoy pudiéramos usar
para superar esta crisis de (2008-....); solamente podemos constatar el hecho de que en
aquellos años las inteligencias no fueron capaces de ofrecer, como no lo están
siendo las de hoy, una alternativa a aquella crisis que
acabó sumiendo a Europa y a todo el mundo ‘civilizado’ en la
mayor debacle que ha soportado la historia de la humanidad hasta
nuestros días.
El
artículo de Jordi Gracia puede leerse en: