lunes, 9 de febrero de 2009

Kant, marco histórico

MARCO HISTÓRICO DE LA REFLEXIÓN Y LA OBRA KANTIANAS

Es un lugar común hacer la presentación de este gran pensador alemán (el mayor de todos los tiempos, seguramente) contando siempre las mismas anécdotas triviales: su pretendida misoginia, sus siestas, sus puntuales paseítos por la villa, su predisposición patológica a la soltería, y otras. Sin embargo Kant fue un pensador estrictamente revolucionario, defensor de un progresismo radical basado en la primacía de la razón y en la inexorabilidad del progreso de la humanidad hacia su razón y hacia su emancipación. Y a animar decididamente a la humanidad en ese mismo sentido emancipatorio dedicó el grueso de su producción y de su magisterio.

Las noticias que provenían de las insurrectas colonias británicas del Norte de América, a punto de constituirse como un Estado soberano y de derecho, así como las de la Revolución de 1776, el filósofo de Konigsberg las recibía en un estado de euforia y excitación intelectual impropias de un pensador especulativo o de un metafísico 'puro'. Es interesante considerar que la Independencia y constitución de los EEUU ocurrieron en la fecha antecitada, cuando I. Kant contaba cincuentidós años y no había dado aún a la imprenta ninguna de sus obras principales: La Crítica a la Razón Pura (1781), La fundamentación metafísica de las costumbres (1785), la Crítica a la Razón Práctica (1788), y La Crítica al Juicio (1790). Así pues, está claro que estos hechos históricos hubieron de influir sobremanera en su ánimo y en los contenidos de su producción, sobre todo de la producción ‘práctica’. Pero su vocación práctico-revolucionaria no quedó relegada tampoco al papel de receptor de noticias de allende los mares o de la Francia revolucionaria. Kant siempre fue consciente del poder potencialmente subvertidor que tenían sus palabras dichas y escritas en los medios culturales a los que éstas iban dirigidas, que en principio eran los de la Prusia Oriental, en la que estaba enclavada la ciudad de Konigsberg en cuya universidad impartía su docencia. Y era perfectamente consciente de que esa Prusia era también la pieza de un complejo damero en el que interactuaban unas fuerzas sociales, culturales, ideológicas y económicas de las que, de acuerdo con las predicciones volterianas, tendría que surgir una Europa decididamente moderna y emancipada, libre de los lastres, ataduras y convencionalismos del decadente Anciènne Régime. Consciente, pues, de toda la carga crítica (en un sentido médico) que tenía el momento que estaba viviendo, se dedicó a predicar su ‘catecismo de Ilustración’, y a asentar las bases de una Razón Práctica cuyas dos metas por excelencias serían la fundamentación racional de la moral y, por extensión, de la política, de una política que desde las revoluciones de finales del XVIII habría de basarse en los principios de la soberanía nacional, y de la democracia formal, metas destacadamente revolucionarias en la Europa de segunda mitad del s. XVIII. Mas a estas metas formales Kant añadía algunas otras de carácter más práctico y ‘material’ como lo era la de la consecución de una sociedad civil, republicana, desmilitarizada y establecida sobre la consecución de la paz perpetua y la concordia entre los pueblos.
Cuando la marea revolucionaria se extendió por Europa desde la Francia republicana, tiempo que coincidió con la publicación de dos de sus obras sobre filosofía de la religión (1793: “La religión dentro de los límites de la mera razón” y "La Religión en los límites de la razón pura"; ese mismo año fue ejecutado Luis XVI y su familia en París), Kant fue obligado por Wöllner, el primer ministro del emperador Federico Guillermo II, a guardar silencio sobre esta temática y a no publicar ningún escrito en el que se tratara de la misma. Obedeció. Mas cuando cuatro años más tarde comienza el reinado de Federico Guillermo III publicó todo lo que había estado preparando sobre este tema durante su tiempo de silencio forzoso, además de un Tratado sobre las facultades en el que protestaba por la medida de la que había sido objeto. Este año fue también el primero de su retiro voluntario. Desde 1797 a 1804 se dedicó a organizar, tarea que no pudo concluir, su gran legado literario filosófico. Son famosas sus breves, concisas y muy kantianas últimas palabras: "Es is gut": "Está bien'.