domingo, 11 de enero de 2009

DESCARTES/DISCURSO DEL MÉTODO - MARCO HISTÓRICO


SOBRE EL CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO

DEL “DISCOURS DE LA MÉTHODE” (1637).

Lo primero que conviene aclarar es que el Discurso del Método no fue un escrito filosófico concebido y acabado de una forma regular como sí lo fuera su posterior Meditationes de Prima Phillosophia iniciada en 1631 y editada, en latín, en 1641, o los Principios de Filosofía publicados en francés tres años más tarde. El Discurso seguramente no fue compuesto para que figurara, como así ocurrió, como introducción de unos tratados de Física (Dióptrica, Meteoros y Geometría), pero fue así como vio la luz por vez primera. Esta circunstancia le dió al Discurso una extraña originalidad, ya que no parecía muy adecuada la ubicación de este tratado filosófico un tanto informal y escrito en parte como una autobiografía filosófica en el prólogo de una obra de ciencias físicas. Posiblemente la condena que la Inquisición había dictado contra su admirado Galileo Galilei tres años antes de esta primera publicación del Discurso tuviera que ver con la resistencia a darlo a conocer como una obra propia y separada, y también con la decisión de no desarrollar completamente la obra con ese mismo registro, entre informal y divulgativo, hasta sus últimas y nunca escritas conclusiones.

En esta forzada introducción a su Dióptrica (Descartes destacó en el campo de la Óptica, así como en el de la Geometría aplicada y las Matemáticas) el autor da cuenta de cómo ha de organizarse el pensamiento en su búsqueda de la verdad y en la afirmación de lo evidente abundando para ello en criterios de claridad y distinción desde la asunción de la evidencia del Cogito (1ª regla), recurso analítico-compositivo (2ª), recurso de ordenación de lo simple a lo complejo (3ª), y recurso a la comprobación metódica de lo dado por evidente (4ª). Las consecuencias inmediatas de la afirmación de este Método en el pensamiento de Descartes las conocemos ya por el desarrollo de este tema y a él remitimos (Razón y Método: El criterio de verdad en René Descartes). En cuanto a los inmediatos consecuentes que la misma afirmó en el establecimiento cultural occidental de su propia época podremos afirmar, con J. C. García Borrón, que tal texto, junto con el Novum Organum de F. Bacon, se convirtió en punto de partida de la nueva filosofía inaugurada en la Europa del siglo XVII. (García Borrón, Introducción al Discurso del Método, 1983).

Efectivamente, hemos de considerar al pensamiento de Descartes y a su doctrina explícita sobre el Racionalismo (explícita en el primer apartado de la segunda parte del Discurso) como una de las cesuras más claras y definitivas que se afirman en la Historia del Pensamiento desde Sócrates; es decir, desde la aceptación o afirmación del sentido ―telos― como una instancia operativa en el pensamiento, y/o desde la afirmación de la filosofía como una antropología filosófica. Y así, si desde las lecciones de Sócrates transcritas por Platón resulta improcedente abarcar el problema de la comprensión de la realidad sin atender previamente a la cuestión del sentido (es decir a la afirmación de esta misma realidad en el entendimiento y a los modos o concepciones desde los que se afirma en el mismo), desde la lección dictada por Descartes en este Discurso va a resultar igualmente improcedente referirse a la realidad sin afirmar previamente que sólo en y desde la razón es posible el avance tanto en ciencia y en filosofía como en cualquier otra actividad que tenga a la razón como rectora máxima y principal.

Dicho así y dado el ambiente racionalista en el que las ciencias y los discursos sobre las ciencias se desarrollan precisamente desde la segunda mitad del XVII ―es decir desde que empiezan a notarse los efectos de la expansión de las doctrinas racionalistas: con Leibniz, Pascal, Spinoza, Wolf, ...― la aportación de Descartes puede parecer hoy carente de valor o `demasiado obvia´. Si tal prejuicio se asumiera bastaría para contestarlo con considerar que en el año 1633, es decir cuatro años antes de la primera edición del Discurso Descartes había renunciado a publicar un tratado Sobre el hombre, continuación de otro precedente Sobre el mundo, al producirse ese mismo año la condena de Galileo por la Iglesia de Roma. Quiere decirse con esto que el siglo XVII es, y precisamente hasta las primera asunciones de las lecciones racionalistas de Descartes, un siglo de dogmatismos y de intolerancias filosófica (antifilosóficas) acentuadas. Así pues uno de los méritos menos discutidos del filósofo francés consiste en afirmar de manera inequívoca ―y esto a pesar de todas las incomprensiones e inconveniencias que hubo de padecer― la primacía de la Razón sobre cualquier otra instancia resolutiva dentro del marco de lo que podríamos llamar `lo intelectual´: dentro de la filosofía, las ciencias, la teología, la política, la moral ....

Otra cuestión muy distinta será la de considerar cuál fue el efecto discursivo concreto que en su propia doctrina pudo determinar el establecimiento de este principio racionalista. La afirmación de la existencia previa de una res inextensa (la sustancia divina) asociada a la idea de infinitud resultó posteriormente tildada como débil tanto por algunos epígonos del racionalismo (Malebranche) como por críticos del mismo (Locke y, sobre todo, Hume). En cualquier caso dentro del propio Método estaba ya prevista la revisión y comprobación de todo lo que pudiera afirmarse desde la asunción del mismo y, por ende la continua y progresiva corrección del propio discurso: “Pero lo que más me complacía en ese método era que, con él, yo tenía la seguridad de usar en todo mi razón, si no perfectamente, sí al menos de la mejor manera posible; aparte de que, al practicarlo, sentía que mi espíritu se acostumbraba poco a poco a concebir más clara y distintamente a sus objetos (...).”. (R. Descartes. Discurso del método. Reglas fundamentales del método).