jueves, 4 de diciembre de 2008

Platón recibe en el hiperuranós al profesor Aranguren (1996)

Un Platón alado, con pinta y jerga de hippie sesentero y hasta con su canutito en la mano izquierda, saluda en el hiperuranós (en el supracielo platónico) al profesor José Luis Aranguren, que acaba de ingresar en esta región supraceleste. Este fue el sentido 'in memoriam' del humorista gráfico Forges dedicado a este joven 'viejo profesor', que nos dejó en 1996. El otro VP, Enrique Tierno Galván, llevaba ya diez años en este mimo hiperuranós: un 'supracielo' en el que no existe el peligro de tropezarse uno con ningún fantasma católico. La viñeta se publicó en el diario El País.
Posted by Picasa

miércoles, 3 de diciembre de 2008

EL SIGLO DE TOMÁS DE AQUINO

Esta tabla de Giovanni di Paulo (s. XV) es todo un ejercicio de propaganda y apologética: Tomás de Aquino desde su Cátedra ha tumbado a un Averroes que apenas si puede sostener en sus manos un tratado aristotélico con el que ha intentado defenderse. Del desigual encuentro han sido testigos otros padres y escolásticos de la catolicidad triunfante (los testigos pueden ser Boecio, Buenaventura de Bagnorea, Pedro Abelardo y Agustín de Hipona).


DOS RASGOS DOMINANTES DE LA INSTITUCIÓN ECLESIÁSTICA CATÓLICA A MEDIADOS-FINALES DEL SIGLO XIII SON LOS DE LA DIFICULTAD DE ENCONTRAR UN ASIENTO EN LOS TEJIDOS INSTITUCIONALES DE LAS NUEVAS MONARQUÍAS, Y EL DE LA PORFÍA POR EL ESTABLECIMIENTO DE UNA LÍNEA DOGMÁTICA OPONIBLE A LA LIBRE INTERPRETACIÓN DE LOS TEXTOS DOCTRINALES Y SAGRADOS FRENTE A LAS ESCOLÁSTICAS SEMÍTICAS (CONTRA GENTILES)

A mediados del siglo XIII, al tiempo que se estaban afianzando a lo largo y ancho de la entonces no tan vieja Europa, los dominios y las dinastías nobiliarias desde las que se constituirían las próximas monarquías modernas ―muy lejos todavía de la definición de un mapa de Europa de estados nacionales, pero gestándose ya las fuerzas sociales que los harán posibles―, la Iglesia Católica se ostenta como una institución con intereses y proyecciones que apuntan tanto al plano espiritual y doctrinal, establecido sobre las bases doctrinales de la Escolástica medieval, como al plano material o de los llamados negocios mundanos o ‘terrenales’ (investiduras de clérigos con dignidades políticas, reconocimiento del poder de conceder indulgencias, negociaciones para la designación de electores del Sacro Imperio, establecimiento de la obligatoriedad de subsistir a las iglesias territoriales con diezmos, y un largo etcétera).

La dispersión y las heterogéneas ascendencias étnicas que se están afirmando en los territorios europeos desde los más occidentales reinos hispánicos que se están batiendo contra el entonces ya decadente Califato abásida hasta los orientales principados rusos sometidos por los mongoles de Gengis Kan; la inestabilidad interna potenciada por la existencia de diversas minorías, algunas de las cuales -por ejemplo, las minorías judías desde la oleada de expulsiones que comienza en la Inglaterra de 1290 y culminará con la española de 1492 y la portuguesa de 1497- no acaban de resignarse a la fórmula cesaropapista promovida por Roma; así como el remanente poder de Órdenes Militares y otras instituciones territoriales de planta medieval (señoríos jurisdiccionales) hacen muy difícil la consolidación del ideal de una Europa de monarquías cristianas bajo la égida de la catolicidad romana.

Sumadas a estas circunstancias el auge del averroísmo latino, especialmente importante en Francia (Universidad de París), así como la aparición de nuevas sectas consideradas como heréticas en la Baja Borgoña o en la Italia del Norte, en Bulgaria... algunas de las cuales fueron combatidas militarmente (cruzada francesa contra los albigenses desde 1209 hasta 1229), obligan a la Iglesia Católica a lanzarse a la doble empresa de una redefinición de su doctrina y de una consolidación de su influencia terrenal. La institución del Tribunal de la Santa Inquisición recogida en las actas del Concilio lateranense (1215) expresa a la perfección esta determinación de las jerarquías eclesiales que puede responder, entre otras causas, a la mímesis existente entre Iglesia e Imperio desde la era de Constantino (Edicto de Milán: 313), el primer emperador cristiano en el sentido ecuménico del término, mímesis o connivencia entre poderes que se reforzaría sensiblemente bajo la égida de Carlomagno, rey de francos y lombardos y fundador de un Imperio Carolingio que, tras su conversión al cristianismo en la Navidad del año 800, pasaría a reconstituirse como un Imperio Romano meramente titular pero antecedente directo del Sacro Imperio Romano Germánico (con Otón I, 962).
En el papado de Inocencio IV (1243-1254) termina por extenderse la base doctrinal e institucional desde la que afianzar una estructura de poder que pueda hacer compatible la proyección imperial de la Iglesia (romana) con la ostentación de la incontestabilidad del dogma definido desde las altas jerarquías eclesiales. A este mismo fin se promulga un Corpus Iuris Canonici que, partiendo del Decretum Gratiani (1140), pretende, y consigue, afianzar la autonomía jurídica de la Iglesia al mismo tiempo que da por aceptada la legitimidad de la tutela política y jurídica de la misma sobre aquellas monarquías confesionales cuyos titulares, acuciados por muy diversas problemáticas internas, pretendan afirmarse como ‘reyes católicos’ o, en determinados casos, como aspirantes a la dignidad de elector del Sacro Imperio. Las álgidas disputas entre Federico II, emperador sacro-germánico desde 1220, y los papas Honorio III y Gregorio IX, que pasan de consagrarlo como emperador a excomulgarlo en dos ocasiones (dos consagraciones y dos excomuniones), expresan bien claramente que, a pesar de todos estos intentos que hace la Iglesia para encontrar un equilibrio en lo terrenal, esta meta estaba aún bastante lejos de conseguirse en el siglo XIII.

EN ESTE CONTEXTO HISTÓRICO SE INSERTA LA OBRA DE TOMÁS DE AQUINO.

Éste que hemos establecido es, a muy grandes rasgos, sería el complejo marco histórico en el que se funda en 1216 la orden de Santo Domingo de Guzmán, una Ordo Fratrum Predicatorum, dedicada ex professo a la predicación y defensa del dogma católico (apologética). En esta orden de ‘hermanos predicadores’ ingresará Tomás de Aquino en 1243. Tras un periodo de estudio y aprendizaje bajo la tutela de Alberto Magno, primero en París y después en Colonia, se estableció como profesor lector en la Universidad de París en 1252, mientras realizaba sus estudios para alcanzar el grado de doctor, que consiguió en 1256, siendo nombrado profesor de Filosofía en la misma Universidad este mismo año. Para entonces ya eran muy citados sus primeros escritos profesorales, especialmente el Scripta super libri Sententiarum (comentario a las sentencias de Pedro Lombardo). En 1259 es requerido en Roma por el papa Alejandro IV y permanece al lado de la curia, como consejero y teólogo apologeta, durante nueve años. Obtiene de Roma la licencia para volver a París en 1268, con la finalidad de empaparse de las tesis averroístas que amenazaban con socavar el principio de la autoridad magisterial de la Iglesia, al defender el principio de la doble verdad. Durante esta estancia polemizó desde su cátedra con el averroísta Sigerio de Brabante, a quien no tardó en desautorizar como teólogo. No obstante su labor de refutador del averroísmo y de otras ‘desviaciones’ doctrinales va a desarrollarla mucho más paciente y extensamente por escrito, siendo esta gran refutatio, la parte más magra de su extensa producción literaria. Mas la originalidad y la potencia de la misma no hay que buscarla solamente en plano teológico-apologético, sino en el más puramente filosófico ya que, tras desautorizar el averroísmo desde una perspectiva teológica, se dispuso hacerlo también en el terreno filosófico desarrollando una vasta reinterpretación del pensamiento de Aristóteles, que acabará desautorizando no solamente las propuestas de los averroistas, sino las del mismo Averroes, el más sabio de los gentiles. Mientras desarrollaba esta tarea, y de acuerdo con el principio agustiniano de la vigilancia de la racionalidad desde la fe (aunque desde una perspectiva naturalista), iba defendiendo la idea de la perfecta racionalidad del principio católico de la subordinación del poder temporal al de la Iglesia desde la base de la definición teológica de un derecho natural en el que la jerarquía se presenta como un orden providente. Toda esta ingente tarea la inscribió en sus dos obras más extensas: la Summa contra gentiles (1261-1264); y la Summa Theologica (1265-1273), que es su obra capital, y que no pudo concluir ya que la muerte sorprendió al ‘doctor angélico’ camino de Lyon, para participar en el Concilio, al tiempo que casi culminaba su redacción.

Un rasgo sobresaliente, y muchas veces olvidado o desestimado de la obra de Tomás de Aquino, es su carácter sintetizador de corrientes doctrinales tan aparentemente dispares como puedan serlos las que expresarían los escritos de Aristóteles, Platón, Agustín de Hipona, Boecio, Averroes, Avicena, Maimonides, Ibn Gabirol, etc. A propósito de este mismo rasgo de ‘inculturación’ que tiene su obra también resultará interesante la observación de que su labor de relectura de los textos originales de Aristóteles fue posible gracias a la labor de la Escuela de Traductores de Toledo, que fue la institución que hizo posible la versión latina de los textos del Estagirita. Estos textos, los aristotélicos, sólo se conocían por referencias y fragmentariamente hasta la traducción del árabe al latín de su versión cordobesa (árabe), y constituyó la base literaria de la lectura que los averroístas franceses hacían tanto de los comentarios de Averroes a la obra del estagirita como de las fuentes ‘originales’ de Aristóteles. Tomás de Aquino utilizó el término ‘gentiles’, de ascendencia paulina, para referirse a los teólogos adscritos a la doctrina averroísta, es decir a los escolásticos, musulmanes o no, cuyas lecturas y reflexiones provenían de estas fuentes toledanas.

lunes, 1 de diciembre de 2008

TOMÁS DE AQUINO MARCO HISTÓRICO

CONTEXTO HISTÓRICO EN EL QUE SE INSERTA LA OBRA DE TOMÁS DE AQUINO.

En el año 1215 el clérigo burgalés Domingo de Guzman funda en Tolosa una Orden de Predicadores, una Ordo Fratrum Predicatorum, dedicada ex professo a la predicación y defensa del dogma católico (apologética). En esta orden de ‘hermanos predicadores’ ingresará Tomás de Aquino en 1243.
Tras un periodo de estudio y aprendizaje bajo la tutela de Alberto Magno, primero en París y después en Colonia, se estableció como profesor lector en la Universidad de París en 1252, mientras realizaba sus estudios para alcanzar el grado de doctor, que consiguió en 1256, siendo nombrado profesor de Filosofía en la misma Universidad este mismo año. Para entonces ya eran muy citados sus primeros escritos profesorales, especialmente el Scripta super libri Sententiarum (comentario a las sentencias de Pedro Lombardo). En 1259 es requerido en Roma por el papa Alejandro IV y permanece al lado de la curia, como consejero y teólogo apologeta, durante nueve años. Obtiene de Roma la licencia para volver a París en 1268, con la finalidad de empaparse de las tesis averroístas que amenazaban con socavar el principio de la autoridad magisterial de la Iglesia, al defender el principio de la doble verdad. Durante esta estancia polemizó desde su cátedra con el averroísta Sigerio de Brabante, a quien no tardó en desautorizar como teólogo. No obstante su labor de refutador del averroísmo y de otras ‘desviaciones’ doctrinales va a desarrollarla mucho más paciente y extensamente por escrito, siendo esta gran refutatio, la parte más magra de su extensa producción literaria. Mas la originalidad y la potencia de la misma no hay que buscarla solamente en plano teológico-apologético, sino en el más puramente filosófico ya que, tras desautorizar el averroísmo desde una perspectiva teológica, se dispuso hacerlo también en el terreno filosófico desarrollando una vasta reinterpretación del pensamiento de Aristóteles, que acabará desautorizando no solamente las propuestas de los averroístas, sino las del mismo Averroes, el más sabio de los gentiles. Mientras desarrollaba esta tarea, y de acuerdo con el principio agustiniano de la vigilancia de la racionalidad desde la fe (aunque desde una perspectiva naturalista), iba defendiendo la idea de la perfecta racionalidad del principio católico de la subordinación del poder temporal al de la Iglesia desde la base de la definición teológica de un derecho natural en el que la jerarquía se presenta como un orden providente. Toda esta ingente tarea la inscribió en sus dos obras más extensas: la Summa contra gentiles (1261-1264); y la Summa Theologica (1265-1273), que es su obra capital, y que no pudo concluir ya que la muerte sorprendió al ‘doctor angélico’ camino de Lyon, para participar en el Concilio, al tiempo que casi culminaba su redacción.

Un rasgo sobresaliente, y muchas veces olvidado o desestimado de la obra de Tomás de Aquino, es su carácter sintetizador de corrientes doctrinales tan aparentemente dispares como puedan serlos las que expresarían los escritos de Aristóteles, Platón, Agustín de Hipona, Boecio, Averroes, Avicena, Maimonides, Ibn Gabirol, etc. A propósito de este mismo rasgo de ‘inculturación’ que tiene su obra también resultará interesante la observación de que su labor de relectura de los textos originales de Aristóteles fue posible gracias a la labor de la Escuela de Traductores de Toledo, que fue la institución que hizo posible la versión latina de los textos del Estagirita. Estos textos, los aristotélicos, sólo se conocían por referencias y fragmentariamente hasta la traducción del árabe al latín de su versión cordobesa (árabe), y constituyó la base literaria de la lectura que los averroístas franceses hacían tanto de los comentarios de Averroes a la obra del estagirita como de las fuentes ‘originales’ de Aristóteles. Tomás de Aquino utilizó el término ‘gentiles’, de ascendencia paulina, para referirse a los teólogos adscritos a la doctrina averroísta, es decir a los escolásticos, musulmanes o no, cuyas lecturas y reflexiones provenían de estas fuentes toledanas.

LAS ACTUALIDADES DE OCHO FIGURAS DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

Sobre la actualidad del platonismo.
A pesar de que Platón aun puede seguir siendo considerado como el primer autor de un sistema o una doctrina filosófica completa (Gnoseología, Ética, Política, Estética, Antropología...) lo cierto es que no existe en nuestros días un movimiento platónico o neoplatónico de  importancia que ejerza una verdadera influencia en los medios culturales ni tampoco en el de las instituciones políticas. Cierto es que el comunismo o el llamado ‘socialismo real’ anterior a la caída del muro de Berlín (1989) reclamaba la propuesta platónica de la ‘dictadura de los sabios’, o la del arconte o rey filósofo como un precedente filosófico de la figura, más leninista que marxista, del ‘centralismo democrático’ (URSS y anteriores países ‘del Este’). Pero aparte de estas propuestas un tanto forzadas y de los guiños anarquizantes de P. K. Feyerabend (Feyerabend. ¿Por qué no Platón? Una teoría anarquista del conocimiento. 1978), no podemos decir que existan en la actualidad ni una ética (rigorista y paradigmática), ni una estética (canónica), ni una gnoseología (ideas objeto inalterables), ni una política (desde el fin de la utopía que predicó el sociólogo H. Marcuse en 1973), ni una concepción general de la realidad (dicotomía mundo de las ideas / mundo de las sensaciones) que puedan reclamarse como platónicas y que tengan actualidad, al menos en nuestro entorno cultural más próximo (en Occidente). Y es que, definitivamente, este mundo nuestro del 2012 no resulta demasiado 'ideal' en en sentido platónico del término. Hay quien dice que lo que vivimos es una antiutopía (o distopía). Desde luego no parece que sea la razón, ni la platónica ni la cartesiana, la que gobierna el mundo.

Sobre la actualidad del tomismo.
En cuanto a la actualidad del tomismo tal vez no resulte exagerado decir que, desde su edición original, esto es, desde el s. XIII, nunca ha dejado de estar de actualidad. Y esto por una doble razón: por su carácter institucional desde el punto de vista eclesial (el tomismo constituye la base doctrinal de la teología oficial de la Iglesia Católica desde su edición original; e incluso podría llegar a decirse que fue una teología que se hizo oficial desde su misma génesis: el Aquinate trabajaba ‘por encargo’ y directamente para el papado romano, contra la ‘escolástica musulmana’, esto es, ‘contra gentiles’); y por su carácter también institucional pero ahora desde el punto de vista escolástico o, con el tiempo, universitario: la Universidad de Navarra, la Pontificia de Salamanca, la de Deusto (Bilbao), la de Lovaina (Bélgica), la Universidad de Loyola (Chicago), y muchas otras instituciones confesionales, repartidas por todo el mundo, y en la que funcionan departamentos dedicados a la exégesis y a la actualización del pensamiento de Tomás de Aquino.
Por otra parte, importantes pensadores contemporáneos como E. Mounier, H. Bergson, E. Gilson, Fr. Copleston (autor de una de las ‘historia de la Filosofía’ más influyentes de todos los tiempos), y otros (en España podríamos citar al metafísico X. Zubiri) han sido muy afectos a los planteamientos y a las problemáticas planteadas por Tomás de Aquino.
Hoy día los debates muy actuales sobre la eutanasia, el aborto, el control de la natalidad, la prevención del SIDA y otras pandemias; las llamadas ‘nuevas relaciones de género’, las nuevas postulaciones iusnaturalistas (por ejemplo en el contexto de las legislaciones europeístas), las problemáticas morales inherentes a las intervenciones genéticas (células madre, clonación, obtención de embriones con finalidades profilácticas), etc, cuentan de hecho en sus planteamientos con muchas de las premisas que sobre estos temas fueron establecidas por el mismo Tomás o por neotomistas de la importancia del granadino F. Suárez (que influyó en el pensamiento de Descartes).

Sobre la actualidad del cartesianismo.
Más que de la actualidad del cartesianismo, esto es, de los planteamientos propiamente cartesianos (los de Descartes: Cartesius), habría que hablar de la actualidad del racionalismo. Y lo que se puede decir sobre este particular es que el racionalismo, desde Descartes pero, sobre todo, desde los seguidores y continuadores del pensamiento de R. Descartes (desde B. de Spinoza, Bl. Pascal, G.G. Leibniz , y desde los críticos al cartesianismo y al racionalismo en sentido extenso, entre los que podríamos citar a I. Kant: ss XVII y XVIII) no ha dejado nunca de ejercer una gran influencia en nuestros medios culturales hasta nuestros días. Y esto por la razón de que desde Descartes, el segundo pensador radical de la historia de la Filosofía (el primero fue Sócrates, y el tercero está por venir), no podemos dejar de afirmar que las soluciones a los problemas dependen tanto de su correcto planteamiento (las reglas del método) como de la asunción del principio, también de extracción cartesiano, de que estas soluciones han de buscarse exclusivamente en el ámbito de lo racional, huyendo tanto del prejuicio como del dogmatismo.
Por otra parte la figura misma de Cartesius siguió atrayendo en el s. XX a pensadores, como al norteamericano Noam Chomsky que relacionó el innatismo cartesiano con la base filosófica de su ‘gramática generativa’, o como al filósofo francés (neotomista) E. Gilson que dedicó al Discurso del Método un comentario de texto exhaustivo en el que llegó a precisar el significado y alcance semántico de todos los términos incluidos en Le Discours de la Méthode (pour bien conduire sa raison, et chercher la vérité dans les sciences). [… en El Discurso del Método. Para conducir bien su razón, y buscar la verdad en las ciencias].

Sobre la actualidad del formalismo moral kantiano.
El primer punto de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Francia, agosto 1789, previa a la redacción de la Constitución : “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las diferencias sociales no pueden tener otro fundamento que la utilidad común”) parte de un imperativo categórico que, como tal, expresaría una voluntad buena que no va buscando, al margen del bien en sí mismo y por sí mismo, ninguna otra recompensa. Si tenemos en cuenta que esa Declaración de Derechos, que fue posteriormente readaptada a las nuevas circunstancias tras la 2ª GM (10 de diciembre de 1948) como Declaración Universal de los Derechos Humanos, contempla derechos que para la mayor parte de la humanidad están aún muy lejos de ser realizados en la práctica no tendríamos más opción que considerar que la actualidad de este pensamiento filosófico moral, el kantiano, es total. Ésta es también la opinión de pensadores tan influyentes como el alemán Jürgen Habermas o el norteamericano John Rawls que, cada uno de ellos desde una perspectiva distinta (Habermas desde sus propuestas en torno a la acción comunicativa y al interés práctico-cognitivo; Rawls desde sus intentos de redefinir el liberalismo en un sentido social), intentan actualizar en la práctica este legado de la modernidad. Tampoco faltan críticos integrales a este mismo pensamiento, por ejemplo, la española Esperanza Guisán con su ‘Manifiesto Hedonista’, panfleto ‘antiaxiológico’ verdaderamente estimulante, sobre todo para todos aquellos que buscan la felicidad sólo en los ámbitos más íntimos y cercanos.

Sobre la actualidad del marxismo.
Aunque desde el punto de vista de la práctica política el marxismo (en los anteriormente llamados países del ‘socialismo real’) está conociendo una crisis cada vez más profunda y más definitiva, el marxismo sociológico, esto es, la aplicación del análisis marxiano al análisis de la sociedad y de los problemas que plantea el capitalismo actual a escala mundial (globalización) no ha perdido su actualidad. Esto se debe al carácter riguroso y verdaderamente científico del análisis practicado por Marx a la génesis del capitalismo y a la vigencia de determinadas categorías como las de plusvalía, división social del trabajo, alienación, transformación del trabajo en mercancía, y otros. Si a este análisis marxiano le sumamos los de los sociólogos que siguieron la estela del marxismo en el siglo XX (desde el de Lenin, que estudió el imperialismo colonial como expresión más acabada del capitalismo, o los posteriores análisis de Maurice Dobb, Eric Hobsbawm, Samir Amin, Pierre Vilar, todos los componentes de la 1ª y 2ª generación de la Escuela de Frankfurt…) tendremos que concluir que el marxismo sociológico, lejos de haber entrado en una crisis se encuentra en un período de readaptación y de autocrítica que lo está reafirmando como una de las doctrinas sociológicas más influyentes en nuestro medio cultural. Que desde esa faceta científica y doctrinal el marxismo vuelva a ser capaz de mostrar alternativas políticas reales frente a esta nueva fase del capitalismo, el capitalismo neoconservador ('neocon') caracterizado por la desregulación financiera y la deslocalización productiva a escalas mundiales, esa es otra cuestión. Una cuestión abierta.

Sobre la actualidad del pensamiento de Nietzsche.
La actualidad del pensamiento de Nietzsche viene de la mano de la actualidad de una escuela o, tal vez, una ‘antiescuela’ de filosofía llamada posmodernidad que desde la edición del libro de Jean-François Lyotard ‘La condition postmoderne’ (1979) reclama ‘el fin de los grandes relatos’ entre ellos los que sostuvieron los grandes ‘mitos’ que se propusieron en el s. XVIII como referentes emancipatorios para la Humanidad (Razón, Progreso, Historia, Derechos Humanos…). Tras Lyotard otros filósofos postmodernos, como M. Foucault o J. Derrida acercaron mucho más estas propuestas a las doctrinas, o antidoctrinas, de Fr. Nietzsche (1900) y de M. Heidegger (1976) (sobre todo del Heidegger más nietzscheano, del Heidegger de la Estética) resultando de estas aproximaciones discursos muy originales y efectistas sobre la ‘deconstrucción’, el fin de la historia, la 'différance' (inútil buscar esta palabra en un Dictionnaire), el fin de la finalidad, y otros de la misma cuerda iconoclasta y, pretendidamente, nietzscheana. La vocación corrosiva (y por lo tanto nietzscheana: yo no soy un hombre, soy dinamita) está clara en esta antiescuela que puede recordarnos a la sofística contra la que se enfrentó Sócrates. Personalmente, entiendo que la posmodernidad fue, sobre todo, una moda y que, como todas las modas, tuvo su tiempo. A pesar de esto, el número creciente de estudios, artículos, tesis doctorales, cátedras y seminarios dedicados a Nietzsche nos siguen testimoniando que el pensamiento de este 'Anticristo de Rocken', de este 'Dionisio', de este 'el Crucificado', de este 'belleza rubia', y de este 'hombre-dinamita' (así se autonominó o firmó sus escritos Nietzsche en distintas ocasiones)  sigue interesando y mucho en Occidente. Así que este agotamiento de la postmodernidad no ha supuesto, como era previsible, el desinterés por Friedrich Nietzsche. 

Sobre la actualidad de Ortega y Gasset.
Hace unos años, al conmemorarse el primer cincuentenario de la muerte de Ortega y Gasset (1883-1955), el diario El País publicó un artículo del premio nobel (aún no lo era) Vargas Llosa que el escritor peruano quiso titular igual que  su obra más leída y citada (La rebelión de las masas); en este artículo se glosaban algunas de las ideas más propias de este autor a propósito de la pérdida de identidad individual del ciudadano de los estados del Occidente de la 1ª mitad del s XX (la 1ª ed. de La rebelión es de 1930), del carácter impersonal de las instituciones, y otros temas afines. Sin embargo encontraba el escritor peruano un defecto en el liberalismo de Ortega: no hacía profesión de fe del libre mercado. Este supuesto defecto fue inmediatamente contestado por algunos autores y algunos organismos no gubernamentales, como Francisco Altemir, del ATTAC (Association pour la Taxation de Transaction: una organización que se mueve en la línea de las propuestas antiglobalizadoras del economista norteamericano James Tobin) que afirmaron que entre las preocupaciones de Ortega (de orden cultural, antropológico, ético…) no se encontraban, en un lugar destacado, las de orden económico, pero que la legitimidad de su liberalismo se basaba en otro orden de libertades que eran las que, paradójicamente, estaban siendo puesta en peligro como consecuencia de la evolución del mismo liberalismo… Y es así que la actualidad del pensamiento de Ortega, caracterizable por su posible desafección por un liberalismo 'puro' y por su visión de España como una realidad 'invertebrada' (a superar) son rasgos de una figura de intelectual comprometida con su tiempo que no hacen sino poner de relieve su plena contemporaneidad.

Sobre la actualidad de John Rawls
De todos los temas propuestos para Selectividad en el presente curso este es el más actual por varias razones. La primera, y la más obvia, es el hecho de que este pensador norteamericano dejó el mundo de los vivos hace diez años (1921-2002). La segunda estriba en la actualidad de sus propuestas políticas y morales, actualidad esta que no quiere decir ni originalidad ni tampoco, desgraciadamente, actualidad en tanto que realidad de hecho (queremos decir que su doctrina y sus postulados, como en su día los de Max Scheller, aunque tienen 'vocación de actualización' están muy lejos de actualizarse, es decir, de convertirse en una realidad vivida o instituida). En cuanto a su no-originalidad esto no quiere decir que su pensamiento adolezca de este defecto (de falta de originalidad), más bien ocurre lo contrario, esto es, que en Rawls las voces de Aristóteles, Tomás de Aquino, los ilustrados del XVIII (Kant sobre todo, aunque también los ilustrados franceses, especialmente Rousseau), Stuart Mill, etc., constituyen una parte importante de su criticismo práctico. Y es ese criticismo el que hace posible la actualización de todos estos planteamientos y el que da a la obra de John Rawls esa calidad hermenéutico-práctica que la caracteriza.
               El entonces presidente-USA Bill Clinton, en la ceremonia de concesión de una Medalla Nacional al Mérito en Humanidades (1999), afirmó que los trabajos de Rawls, entre ellos y muy destacadamente, nuestra 'Justicia como equidad', "... helped a whole generation of learned Americans revive their faith in democracy itself" (... han ayudado a toda una generación de americanos a revivir su fe en la democracia). En el pensamiento y en los postulados eticistas de Rawls puede buscarse una confluencia o un espacio común en el que podrían actualizarse algunos de los elementos más socialmente progresistas del liberalismo (sin llegar a ser 'socialistas'), y algunos de los elementos menos platonizantes o maximalizadores (menos cerrados diría Karl R. Popper, uno de sus referentes), de la socialdemocracia. Y es en esa confluencia en la que podríamos encontrar los elementos más actualizables de Rawls, a las dos orillas del Atlántico.